Una última estocada de conciencia
Que en la confianza está el peligro es de esos aprendizajes que, incluso cuando no debamos ser absolutos, tenemos bien arraigados, a fuerza de saber que los descuidos e irresponsabilidades pueden costar caros, si se abusa de un entusiasmo imprudente e incauto
Que en la confianza está el peligro es de esos aprendizajes que, incluso cuando no debamos ser absolutos, tenemos bien arraigados, a fuerza de saber que los descuidos e irresponsabilidades pueden costar caros, si se abusa de un entusiasmo imprudente e incauto.
No pocas realidades pueden hoy, con creces, alentarnos, y hasta darnos una palmada en el hombro, para animar los desafiantes resultados que gana la Medicina cubana en su campal batalla contra la covid-19. Se traduce, por solo citar los más recientes sucesos, en haber tenido hace unos días, por ocho jornadas consecutivas, cero muertes; haber disminuido considerablemente el dígito de nuevos casos confirmados; mostrar una creciente suma de altas médicas y percibir que hasta el pasado 26 de mayo, 1 724 enfermos en Cuba han podido curarse, lo cual representa el 87,3 % de todos los pacientes que ha tenido la Isla.
Aun sin que se le dé la menor tregua a la dolencia, y cada día se continúen examinando posibles casos, se pesquise a la población y se insista ininterrumpidamente en el cumplimiento de las medidas que contemplan fundamentalmente el aislamiento social, el uso del nasobuco, el lavado frecuente de las manos, y la higienización de locales y espacios, poco a poco el país deberá ir entrando en la llamada nueva normalidad.
El periodo que se avecina debe asumirse con absoluta responsabilidad, sin que el optimismo eche por tierra tanto esfuerzo, traducido no solo en los principalísimos desvelos de nuestros valerosos médicos –héroes desplegados en toda la geografía nacional y en numerosos frentes del mundo–, sino también en grandes sacrificios de las familias que, refugiadas en el amor y el necesario recogimiento, permanecen lejos de sus naturales actividades, transformando en disímiles iniciativas el escenario cotidiano.
Que sean, pues, la disciplina y el sentido común blancos hacia donde apunten las acciones de cada uno de nosotros, testigos de excepción de lo que puede hacer una islita pequeña y bloqueada, pero inmensa en su humanismo, cuando de salvar la vida de sus hijos se trata. Los habrá quienes, ciegos de odio, no adviertan la verdad que protagoniza Cuba frente a los dardos de la pandemia; pero nosotros, que bien sabemos, colaboremos juntos por el triunfo definitivo, y sin tregua al exceso de confianza, completemos estas victorias ganadas a pura conciencia.
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